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miércoles, 3 de agosto de 2022

LA FILOSOFÍA PLATÓNICA EN LA MISTERIOSA ANDROS, ISLA DE LA CÍCLADAS

Vista de Andros

"Calles estrechas y empedradas que suben, otras que bajan y pasan por debajo de una casa, de un puente, junto a una pequeña iglesia ortodoxa; son preciosas construcciones blancas, muchas de ellas con las cúpulas pintadas de turquesa, como el mar que las circunda. Se trata de verdaderas joyas paisajísticas, como un capricho arquitectónico que hubiera mandado edificar el propio mar Egeo para mirarse a los ojos, pues es imposible no conjuntar con la mirada los blancos edificios de azulados adornos, con el tono del mar y el cielo, cuyos azules son continuamente salpicados de blancos copos, unos formados por la espuma de las olas, otros por las algodonadas nubes que se forman y diluyen. En las alturas de la isla y echando la mirada hacia los profundos valles donde se yerguen los núcleos de vida de los andrios, el verde entra en escena y cubre este animal repleto de vida.

Lo cierto es que esta isla ofrece estampas idílicas y cualquier enclave, a lo largo de sus 374 kilómetros, expresa una belleza casi perfecta. Homero es el primero, de un rosario de autores, que nos hablan de estos parajes. Y así dice en uno de sus versos, justamente en el canto IV de la Odisea, donde señala la bonanza climática del entorno.

La vida de los hombres es más cómoda,

no hay nevadas y el invierno no es largo;

tampoco hay lluvias,

pero Océano deja siempre paso a Céfiro

que sopla sonoramente para refrescar a los hombres.


Desde que atracamos en Gavrio, el puerto de Andros situado en una preciosa bahía en sotavento, la isla no ha dejado de dar señales de su magnetismo y de su fuerza evocadora. Este es sin duda un enclave poderoso, provisto de una fuerte naturaleza, insólita para una isla, pues a poco que se recorre se descubren las cascadas de agua y los manantiales salutíferos de los que con tanto entusiasmo nos hablaban los antiguos viajeros y todo aquel que estuvo en Hydrousa, nombre que antiguamente recibía Andros precisamente por su cantidad de agua. También sus montes sorprenden por la altitud, algo que no es corriente en una isla, pues tiene montañas de hasta 994 metros de altura. Filóstrato, en un texto del siglo III, relata que además de ríos con aguas medicinales con las que tratar distintas dolencias, por Andros cruzaban corrientes de vino:

La tierra de Andros está tan henchida de vino por obra y gracia de Dionisos, que estalla y le envía un río a sus habitantes. Si los comparas con un río de agua su caudal no es grande, pero si piensas que es de vino, sí es un río grande, y sagrado. Quien bebe de sus aguas bien puede desdeñar las del Nilo y el Istro y decir de estos ríos que serían más estimados si, aun siendo mucho más pequeños, tuviesen un caudal semejante.

 

Muchas cosas he descubierto desde que emprendí el periplo hasta esta “isla verde”, evocación poética y simbólica de un lugar mágico y épico, situado en el “más allá”, pero que es a la vez la sede de nuestra verdadera identidad. 

Una de las cosas más significativas hallada en esta geografía legendaria y sagrada ha sido descubrir que Andros fue, durante la Edad Media, un enclave en el que Miguel Pselos (1018-1079), reconocido como el “máximo representante del Renacimiento bizantino” y un enamorado de la metafísica de Platón, fundó una escuela filosófica donde enseñó y difundió dicha Filosofía platónica". Fragmanto del libro: Viaje Mágico Hermético a Andros. Una Aventura intelectual. Mª Angeles Díaz. Editado por Symbolos. Seguir la Página del libro en Facebook






domingo, 14 de febrero de 2010

Un tramo del Viaje

Una mañana de Enero del 2010. Secuencia del viaje a Papachrantou, uno de los monasterios de la isla de Andros donde enseñó el neo platónico Miguel Pselos en el siglo XI.

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"Es conocido que Ficino emprendió la traducción del griego al latín, empezando por el Corpus Hermeticum, -reunido por M. Psellos en s. XI- que comprende: Poimandrés, Asklepios, Oráculos Caldeos, e Himnos Orficos. Después de esto se dio lugar a la interpretación hermética del Corpus platónico y neoplatónico, con la traducción y comentarios de los Diálogos de Platón como Banquete, Fedro, Parménides, Apología, República, Leyes; así como de textos neoplatónicos, herméticos y cristianos, de Proclo, Porfirio, Jámblico y Plotino, de S. Pablo y de Dionisio Areopagita, Hermias, Sinesio, Alcínoo o Psellos". Seguir lectura

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viernes, 15 de enero de 2010

El Hermes de Andros

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EL Hermes de la Isla de Andros se encontró en Paleopolis, ciudad cercana al mar y se expone en el Museo Arqueológico de Andros, al que agradezco el haberme permitido realizar estas fotos. Después de que se descubriese esta figura en una tumba de esta isla, el nombre genérico de este tipo de representaciones del dios pasó a llamarse: Hermes Andros-Farnesio.







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jueves, 3 de septiembre de 2009

La Fiesta de Dioniso en Andros

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Cuarta Etapa

ndros no es una isla cualquiera sino una tierra bendecida por la Diosa Naturaleza. En las anteriores etapas de este viaje he mencionado ya su frondosidad, sus fuentes medicinales y los ríos de vino que antaño la recorrían. Dato que aunque nos sorprenda lo proporcionan distintos autores.

Walter F. Otto quien recoge en su libro “Dioniso. Mito y Culto” varios milagros producidos en algunas de estas islas y pueblos griegos como Teos, Eubea, Naxos…cita distintas fuentes clásicas que relatan que aquí en Andros, “el cinco de enero manaba vino del templo de Dioniso y seguía haciéndolo siete días seguidos. Si se recogía, se convertía en agua en cuanto su portador se alejaba del santuario”.

F. Otto continúa:

“Pausanías, que narra este mismo acontecimiento, añade que la fiesta sólo se celebra cada dos años, es decir, que pertenecía a la categoría de las fiestas “trietéricas”. Sin duda hemos de reconocer aquí una de las fiestas epifánicas invernales más relevantes de Dioniso, que nos permite apreciar la clase de milagros que acompañaban la irrupción del dios”.

Otros de estos relatos mencionan que se probaba al dios poniendo cuencos vacíos y sellados que misteriosamente luego aparecían llenos de vino y que esto “debió de producirse por primera vez con ocasión de la boda de Dioniso con Ariadna".


Tiziano. “Fiesta de Dioniso en Andros” (Museo del Prado. Madrid)
La maduración de una cepa en un solo día es otro de los milagros que cuentan que ocurría durante los misterios dionisíacos los que hay que poner en relación con los misterios de Deméter en Eleusis, donde una espiga maduraba en una sola noche. O con otros relacionados con los indios navajos de los que se cuenta el verdear de una planta entre la media noche y la salida del sol.
Nada sorprende entonces que todas estas características naturales que tiene Andros de exaltación y belleza hicieran de la isla una imagen del Jardín del Paraíso. Precisamente el nombre de “Isla Verde” con que se designa popularmente a Andros es un término que la Tradición esotérica o sapiencial de distintos pueblos ha dado a ese espacio mítico e interior, tal como lo expone Sahaquiel, un buen amigo de este blog, en un comentario a este viaje a Andros “en los relatos visionarios islámicos se suele hablar de la "Isla Verde en el Mar Blanco", ubicada en un lugar que escapa a la cartografía terrestre porque pertenece al ‘Octavo Clima’, al ‘Mundus Imaginalis’ ”
También en Irlanda hay una tradición que alude igualmente a la “Isla Verde” como forma de referirse a ese lugar sin ubicación geográfica, un territorio del alma humana no sólo imaginado en un sentido ilusorio y romántico, sino como una utopía o un espacio posible de alcanzar. Como lo dice precisa y sintéticamente Federico González en su libro “Las Utopías Renacentistas”, obra de cuyas páginas surge este “Viaje Mágico Hermético a Andros”, en el transcurso del cual se ha podido reconocer la importancia de los hallazgos reunidos de lo disperso.
Dice Federico que la intención de estas ideas utópicas en la literatura tradicional es siempre la de “manifestar posibilidades ocultas para el género humano en estado profano y transmitir conocimientos y sugerir mundos y realidades no conocidas por los seres corrientes. Estos mundos o planos ignorados para las personas ordinarias, pero absolutamente reales para aquellos que los han experimentado…” Muchas tradiciones, como la hindú, la china, etc., aluden a ciertas islas como un estado del alma al que se accede a través de esos mundos, o planos de realidad. Y que aún siendo ilocalizable en el espacio hace que aquel que busque ese estado no descanse en su viaje en pos de su “Isla Verde”, la patria de Venus a la que se accede por el Amor al Conocimiento.
Andros es una isla consagrada a Dioniso, un dios de la Fuerza de la Naturaleza, del vino y del éxtasis que éste procura al hombre, pues a decir de Hesiodo es el vino un fermento que la gracia del cielo dona a los hombres. Sin embargo este vino y la embriaguez que procura Dioniso tiene asimismo otras connotaciones mucho más allá de la simple borrachera, aliada momentánea al concedernos sus vapores un respiro para que olvidemos nuestros pesares.
La ebriedad que viene de Dioniso, en cambio, es la ese Amor al Conocimiento, una energía cuyos efectos han sido desde siempre comparados con la sensación de alegría y felicidad que siente el corazón enamorado cuando está junto a su amor. Todo ello hace que veamos como algo natural que cuando entre los años 1505 y 1525, Tiziano pintara para el gabinete de estudio de los duques de Ferrara la historia de Amor entre Ariadna y Dioniso, escogiera como escenario de su obra esta isla de Andros, porque es evidente que no podría encontrar mejor lugar que ella para ilustrar esa historia mitológica y hermética, donde la Naturaleza había puesto un templo al dios.
Seguramente cuando Tiziano pinta el cuadro “Fiesta de Dioniso en Andros” seguido de “Dioniso y Ariadna” y el “Ofrenda a Venus”, tenía claro que estaba pintando una imagen congelada de un hecho eterno, donde lo que interesa resaltar es la idea del amor entre la pareja como símbolo de la fuerza de la vida. El pintor, llamado por sus dotes artísticas “el sol entre las estrellas”, introduce un enigma en la pintura que las muchachas recostadas en el suelo tratan de descifrar: “Quien bebe y no vuelve a beber, no sabe lo que es beber”, en clara alusión a la tradición de los Hyeroglyphica y los enigmas que habían sido introducidos en Europa desde Egipto a través del manuscrito de Horapolo, hallado en esta isla por Cristóforo Buondelmonte, el ya conocido cartógrafo del Egeo.
Pero para situar correctamente la escena del cuadro de Tiziano, “Fiesta de Dioniso en Andros” (ilustrando este post), y comprender su simbolismo se hace necesario recordar ciertos rasgos de este mito, incluyendo sus distintas versiones ya que todas ellas son verdaderas aun siendo contradictorias, pues corresponden a diferentes niveles de lectura por ello lo interesante del mito, del rito y del símbolo es verlos en simultaneidad. Continuará. Núria.
DESDE MI VENTANA hacia los mares de un mundo simultáneo

Primera Etapa: Andros, la "Isla Verde"
Quinta Etapa: Dioniso y Ariadna

miércoles, 12 de agosto de 2009

Cristóforo Buondelmonte. Cartógrafo del Egeo.


Segunda Etapa

iajo en la cubierta del “Blue Star Superferry”, en la parte de proa, a estribor. Mientras abandonamos el puerto del Pireo, rumbo a Andros, descubro que verdaderamente las del Egeo son aguas de color turquesa. Uno siente que desea probarlas, saborearlas en los labios. No me extraña nada que Venus naciera de la espuma de las olas. Estas aguas son la belleza de la Naturaleza acuosa brillando bajo los rayos del astro rey.
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Todos los destinos contienen muchos viajes, en el trayecto, como en un juego de naipes sagrado, todas las posibilidades están contenidas y siempre se encuentran analogías y enseñanzas para jugar la gran partida, el viaje de nuestra vida. Nicolás de Cusa en “De la Docta Ignorancia”, dice que la posibilidad es la materia del Universo y añade que “los antiguos se ocuparon abundantemente de la posibilidad, y su opinión unánime era que nada sale de la nada; por eso, afirmaron que existía una posibilidad absoluta de ser todas las cosas y que esa posibilidad era eterna y creían que todo estaba encerrado de modo absoluto en esa posibilidad” (…) añade que como la posibilidad carece de forma, los platónicos la llamaron “carencia”; y esa carencia es lo que lleva a orientar el deseo de conocer y la oportunidad de modelar nuestra alma como si se tratara de plastilina en las manos de un artista.
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Federico González en su tratado “Las Utopias Renacentistas” es igualmente claro cuando puntualiza: “El hombre lleva en sí el ansia de ampliar sus horizontes, lo que equivale en el exterior al viaje a la novedad de otras tierras. Arriesgar su vida en ello, se juega entero. Pero no sabe que está simbolizando lo que es la mayor apetencia del alma: el conocerse a sí mismo, es decir, la aventura del viaje interior inmensamente más rica que cualquier Eldorado”
....En realidad la partida que me ha tocado jugar en este viaje y hacia la que está orientado mi interés está relacionada con Cristóforo Buondelmonte y con el manuscrito de los “Hyeroglyphica de Horapolo del Nilo” escrito en el siglo V y rescatado por Buondelmonte en 1.416 en Andros, la isla verde del archipiélago de las Cícladas en el Egeo hacia la que me dirijo. Me muevo hacia ella siguiendo la senda de mi destino y una pista de Federico González que señala esta isla como un centro importante de difusión de la Tradición Hermética, esperando recrear en mi memoria algo de lo aprendido, intuido y soñado.
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Stela y su nieto Nelson, a los que conocí en el hotel de Atenas, me han contado en el trayecto desde allí al Pireo que Andros se encuentra al sur de la famosa y extensa isla de Eubea, en dicho conjunto de islas llamadas Cícladas, siendo Andros la segunda en dimensiones, después de Naxos. También me dicen que es una isla excepcional y muy diferente a todas las demás, pues tiene grandes saltos de agua, ríos y fuentes medicinales y sus acantilados son tremendamente escarpados. Se conoce como la “isla verde” porque su tupida vegetación la distingue de las demás haciéndola aparecer como una esmeralda en el intenso mar turquesa.
Añaden que bajo la superficie de Andros existen paredones de corales de 6000 pies de profundidad y que al bucear se descubre un laberinto de cavernas que se conectan entre ellas y con la superficie produciendo lo que llaman “Hoyos azules en Tierra”, expresando la emoción que produce sumergirse en uno de ellos y explorarlo hasta alguna caverna, donde al final desembocan.
Sin embargo, añade la mujer muy seria, hay que ser un experto buzo para introducirse en uno de los cientos de hoyos azules que tiene Andros, muchos de ellos inexplorados.


El chico amplía la información sobre Andros añadiendo que en sus aguas se produce un paso de tiburones y que es posible sumergirse hasta verlos pasar. Por lo visto es algo que permiten hacer a partir de los 12 años, algo que, está claro, al muchacho le divierte un montón tanto como la idea de adentrarse a explorar los restos de naufragios de los que tanto le había hablado su abuela.

Los nombres del conjunto de las islas Cícladas aparecen en un folleto que tomé en el Pireo en el siguiente orden: Amorgos, Anafi, Andros, Antiparos, Donousa, Folegandros, Los, Kea, Kythnos, Koufonisia, Milos, Mykonos, Naxos, Paros, Santorini, Serifos, Sifnos, Sikinos, Syros, Tinos.
Cristóforo Buondelmonte fue un humanista del Renacimiento que llegó de Florencia a Grecia para aprender el idioma griego. Gran viajero y prodigioso navegante, cartógrafo, arqueólogo, poeta y un cronista de la antigüedad, pasó alrededor de cinco años de su vida explorando estas islas, recopilando información y datos de 72 de ellas, tomando nota de sus nombres, sus principales puertos, las más altas montañas, las mejores tierras, los manantiales, su historia y sus mitos y leyendas. Es así que en el relato que Buondelmonte hace de su viaje se habla de los ritos de Apolo en Delfos, de Mercurio, Diana, Vulcano, Minerva, Baco, Pan, Cibeles…


Ciertamente nadie conoció mejor que él estas islas y muestra de todo ello es un excepcional trabajo en el que compara las ruinas que va encontrando en estas islas con las descripciones hechas por Ovidio, Virgilio, Plinio, Plutarco, Tito Livio, Macrobio, Cicerón, Ptolomeo e Isidoro de Sevilla, entre otros.

También hace anotación de distintos libros raros, de los que hoy día nada se sabe, como es el que titula “Creta Sagrada” donde al parecer se describen ciertos ritos. Precisamente Creta será la isla a la que Buondelmonte dedica una atención especial que plasma en un libro: “Insulae Cretae,” de 1417. Unos años más tarde, en 1.420, se edita “Insularum Archipelagi”, donde Buondelmonte cuenta su propio y fascinante viaje por estas islas griegas y por los personajes mitológicos que las pueblan desde siempre.


En su momento la obra de Buondelmonte supone una revolución editorial que se concreta en un novedoso estilo de literatura conocido como islario o libro-isla, al incluirse en el tratado el mapa de la isla y una descripción hecha de primera mano sobre diversos aspectos de ese territorio. Por primera vez para la cartografía no sólo se tiene en cuenta el litoral sino que aquí se plasma el relieve de sus montañas, se reconstruye los edificios importantes, etc., lo cual da a su lslario un carácter también histórico, arqueológico y arquitectónico a la vez que sirve a Buondelmonte para enunciar ciertas ideas relacionadas con el sentido simbólico y mítico que desde siempre se ha dado a la insula en la literatura tradicional, al tomarla como ese espacio al que es posible acceder y que está allende los mares y mucho más próxima, en el corazón de cada Isla Humana.Continuará.Núria.  .

DESDE MI VENTANA hacia los mares de un mundo simultáneo
El resto de capítulos se ha retirado para su edición como libro.
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"Viaje a las Islas Griegas"
Primera etapa: Andros la Isla Verde
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*Las imágenes del manuscrito de Cristóforo Buondelmonte pertenecen a la British Library.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Andros, la Isla Verde




Primera Etapa
n viaje de trabajo inesperado me ha traído hasta Atenas. Sin embargo el contacto que tenía que establecer aquí no se ha presentado. Una escueta nota en la recepción del hotel me pone al corriente de la razón de fuerza mayor que le había obligado a cancelar la cita. En ese momento pienso que todavía no he conectado mi teléfono desde que tuve que cerrarlo en el avión, seguramente tendré un mensaje desde hace horas.
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Verdaderamente es una experiencia inmensurable examinarnos en esos momentos en los cuales nos quedamos “en blanco”, totalmente desprogramados, como un cuaderno sin estrenar, vacío, pero por eso mismo conteniendo todas las posibilidades.
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Mando subir mis cosas a la habitación y me quedo en el salón del hotel donde me busco un rincón estratégico desde el que poder observar atentamente mi situación en aquel decorado. Decido quedarme hasta el día previsto, no quiero andar peleando con Iberia por un cambio de reserva.
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Estoy extrañamente relajada, esperando una señal, algo que ponga en marcha, que me indique qué dirección tomar, en qué voy a emplear las 48 horas que tengo por delante en Atenas.
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Un anciano de aspecto enjuto y fuerte, con un rosario de cuentas negras en la mano, viene a sentarse cerca de mí. Seguramente será de Creta, pienso, pues recuerdo una conversación reciente mantenida con Daniel, un querido amigo y gran viajero al que algunos llamamos “el incansable Humboldt”, que acababa de estar por allí, quien me contó que en esa isla, especialmente los hombres, solían llevar todo el tiempo un rosario en la mano y que así se les veía esperando el ferry hacia cualquier isla, o en una barra de bar.
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No es como cuando lo llevan los taxistas de Buenos Aires o Madrid, o en cualquier otra ciudad iberoamericana, pendiendo sobre el salpicadero del auto, sino que lo mantienen todo el tiempo en la mano, en permanente contacto.
.Tal vez reconozcan todas las bolas y sea para ellos como un juego nemotécnico; seguramente saben asociar cada bola con el misterio que simboliza y que recuerdan y recrean en su memoria la fórmula ritual asociada a cada cuenta.
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En realidad el rosario es un símbolo más común de lo que pensamos. Yo misma tengo uno budista que me regaló en cierta ocasión un Rimpoché en Francia. Son muchas las tradiciones culturales que utilizan este objeto de forma ritual y como juego que ayuda a mantener vivo el recuerdo y fresca la memoria, sin la cual nada somos.
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En todas las tradiciones el rosario es tomado como una cadena o lazo que ensarta a todos los seres. Por eso en las distintas tradiciones es un símbolo de” la cadena de los mundos”. Y así lo expresa el Bhagavad Gita, el libro sagrado de la tradición Hindú:
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“En mi todas las cosas están ensartadas como una hilera de perlas en un hilo”
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Es decir, que en realidad lo que hace significativo y universal el símbolo del rosario es el hilo que ensarta las cuentas, pues sin él no hay rosario.
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“Por esta incomprensión se han provocado enormidad de malentendidos, riesgosos acontecimientos…” Son palabras que pronuncia uno de los personajes de “En el Utero del Cosmos”, la obra del Teatro de la Memoria, donde Federico González, su creador, insiste, como lo ha hecho de múltiples maneras y siempre con todo rigor, como exige la rectificación del error, sobre la importancia de diferenciar entre esoterismo y exoterismo, es decir entre metafísica y religión, entre la esencia y la forma.
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El caso es que acabamos viendo únicamente las cuentas, la forma exterior y nos olvidamos de lo que realmente nos está queriendo recordar este símbolo, aquello para lo que fue creado como objeto ritual y con ello perdemos su sentido vertical y trascendente.
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René Guénon nos da a conocer que rosario en lndia significa “guirnalda de aksha” y que aksha, como sucede con toda lengua sagrada, significa distintas cosas al mismo tiempo y a distintos niveles. Las palabras para designar el rosario son: alcanzar, penetrar, atravesar…, aksha es además la palabra con la que nombran una semilla con forma de ojo perforado que utilizan para confeccionar este collar.
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Ciertamente, “desde el punto de vista externo se ven más bien las cuentas que el hilo; y esto mismo es muy significativo, puesto que las cuentas representan la manifestación, mientras que el sûtrâtmâ, representado por el hilo, es en sí mismo no-manifestado”.
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Advierto que el rosario es un símbolo idéntico al de la rueda, ya que en ella lo fundamental es también lo invisible, su eje o el vacio de la rueda.
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“Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que le da toda su utilidad”, se lee en el Tao-Te-King.
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Un chico de unos 12 años y una señora de mediana edad bajan la escalera hablando animadamente en español de Argentina. Mi sonrisa cómplice les ha hecho notar que he entendido la broma que ambos se venían gastando y por eso aunque se dirigen a los dos, al viejo griego del rosario y a mí, la señora lo hace en español.
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¿Me podrían indicar si es aquí donde se espera el transporte para ir a El Pireo?
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Sí, contesta, el hombre en inglés.
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¿Dónde van ustedes?, pregunto yo.
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La mujer responde: Mi nieto Nelson y yo vamos a Andros, la isla verde.
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¡Andros…! ¡Andros!, me repite la ninfa Eco en mi interior, y Mnemosine, en memoria fotográfica, me lleva a una cita a pie de página del libro “Las Utopías Renacentistas”, del ya citado Federico, que desde siempre me intrigó. Los que somos seguidores, lectores, admiradores o fans de este autor y sabemos de su intuición intelectual, de la coherencia de su obra rigurosa, seria, bien documentada a la par que evocadora por la brillantez de su exposición, tomamos sus indicaciones como un hilo en el aire del que pende siempre una aventura vertical, y más tratándose en este caso de un libro que como el de “Las Utopias Renacentistas” nos sumerge en el alma de la historia y la geografía.


Isla de Andros. Cristóforo Buondelmonte, Liber Insularum Archipelagi (1420)
British Library. Arriba Milos. Islas griegas. Mar Egeo.


En ese libro nuestro autor señala a Andros como un lugar misterioso y muy relevante dentro de la historia mágico-hermética de las ideas, y a Cristóforo Buondelmonte como un personaje clave en el descubrimiento de un manuscrito trascendental, los Hyeroglyphica de Horapolo del Nilo, el único tratado completo y sistemático que explica el sentido que los egipcios daban a sus jeroglíficos-ideogramas. Un libro originalmente escrito en copto por un egipcio, Horapolo, y traducido luego al griego por un tal Felipe. Se trata de una obra pagana única en su género, que no sólo sirvió de inspiración a la Emblemata en general, sino que el manuscrito que Buondelmonte rescata en Andros es el que le abrió al mundo la puerta del lenguaje de los antiguos egipcios. La clave sobre la que trabajó el francés Champollión para traducir la famosa “Piedra de Rosseta”.
“¿Quién es Cristóforo Buondelmonte que la compra en la isla de Andros en 1416 y la lleva a Florencia? ¿por qué en esa isla? Muchas cosas llamativas se entretejen en el Renacimiento, de tipo mágico-hermético, en relación con Marsilio Ficino y sus compañeros de la ciudad celeste, como proyección hacia el futuro de la antigüedad clásica y de su antecedente cultural, la civilización egipcia Núria.

DESDE MI VENTANA, hacia los mares de un mundo simultáneo
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Segunda etapa: Cristóforo Buondelmonte. Cartógrafo del Egeo